lunes, 27 de julio de 2015

LAS 5 LEYES DE LA ESTUPIDEZ: TEORÍA DE LA ESTUPIDEZ (Allegro ma non troppo)



 

El historiador y economista italiano Carlo María Cipolla (1922 - 2000) intentó responder de forma exhaustiva el interrogante acerca de la naturaleza de la estupidez. Largos años de investigación lo llevaron a formular varias "leyes fundamentales de la estupidez humana" que son válidas en cualquier sociedad. Resulta que la estupidez en sí misma es mucho más peligrosa que lo que generalmente nos parece.
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PRIMERA LEY DE LA ESTUPIDEZ. La persona subestima la cantidad de estúpidos que la rodean.

Suena como el estatus en facebook de una niñita mimada pero la vida se ha encargado de mostrar que es cierto. Sin importar la opinión que tengas de la gente, siempre te encontrarás con las siguientes situaciones:


  • La persona que siempre lució inteligente y racional acaba por ser un verdadero estúpido.
  • Los estúpidos siempre aparecen en los momentos y lugares más inesperados e inconvenientes para destruir tus planes.



SEGUNDA LEY DE LA ESTUPIDEZ. La probabilidad que una persona sea estúpido no depende de sus otras cualidades.

Años de observación me confirmaron que las personas no son iguales, algunas son estúpidos y otras no. Esto es una característica impuesta por la naturaleza y no por factores culturales. El ser estúpido es una particularidad que se tiene o no, tal como el tipo de sangre, el color de piel o de cabello.

El nivel educativo no tiene nada que ver con la probabilidad de encontrar más o menos estúpidos en un círculo social determinado. Eso fue confirmado por numerosos experimentos llevados a cabo en universidades y sobre cinco grupos de personas: estudiantes, trabajadores de oficina, personal de servicios generales, ejecutivos y profesores. Luego de analizar el grupo de trabajadores con bajo nivel educativo el número de estúpidos resultó ser mayor de lo que yo pensaba (primera ley), luego procedí a clasificarlos de acuerdo a condiciones sociales: pobreza, segregación, educación insuficiente. Pero al ascender en la escala social me encontré con la misma proporción de personas inteligentes e estúpidos que entre los trabajadores de cuello blanco y los estudiantes. Lo que más me impresionó fue que en el caso de los profesores (ya se tratase de una institución local o una gran universidad) la misma proporción de educadores mostraron ser estúpidos. Estaba tan sorprendido por los resultados que decidí llevar a cabo el experimento en una élite de intelectuales: ganadores del premio nobel. Eso confirmó la fuerza absoluta de la naturaleza: el resultado fue que la misma proporción de laureados resultaron ser estúpidos.

Para muchos la premisa de la segunda ley es dificil de aceptar pero numerosos experimentos confirman que es una verdad de hierro. Las feministas estarán de acuerdo con ella por cuanto afirma que la cantidad de mujeres estúpidos no es mayor a la de hombres estúpidos, así como los habitantes de un país del tercer mundo se confortan al decir que los países desarrollados no lo son tanto. Las conclusiones de la Segunda ley asustan: ya sea que te codees con la crema y nata de la sociedad británica (por ejemplo) o te mudes a Polinesia con el fin de hacerte amigo de los cazadores locales; aunque te confines en un montasterio o pases el resto de tu vida en un casino rodeado de mujeres de pago siempre tendras que soportar a la misma cantidad de estúpidos cuyo número (tal y como lo dice la Primera Ley) siempre superará tus expectativas.


TERCERA LEY DE LA ESTUPIDEZ. Un estúpido es una persona cuyos actos tienen consecuencias negativas en la vida de otra persona o grupo de personas sin que eso le traiga algún tipo de beneficio a él mismo, pudiendo incluso dañarlo.

La tercera ley propone que todas las personas se dividen en cuatro grupos: incautos (IC), Inteligentes (IN), malvados (M) e estúpidos (E).

Si Pedrito ejecuta una acción que tiene por consecuencia pérdidas en la vida de otra persona pero le trae beneficios a Juanito entonces el primero hará parte del grupo de los Incautos (IC). Si Pedrito hace algo que le trae benefício a él y a Juanito entonces se dice que es inteligente (IN). Si las acciones de Pedrito le traen beneficios a él y Juanito sufre las consecuencias, entonces podemos decir que Pedrito es un malvado (M). Finalmente, Pedrito sería un estúpido (E) si se encuentra en la parte perdedora en todos los casos.

No es difícil imaginarse la escala del daño que pueden causar los estúpidos si por algún motivo llegan a tener acceso a los organos políticos o sociales dirigentes. Pero vale la pena especificar qué es lo que hace que sean tan peligrosos.

La gente estúpida es peligrosa porque para las personas racionales es muy difícil comprender la lógica de comportamiento irracional.

Una persona inteligente es capaz de entender la lógica de un malvado porque el malvado es racional y su única intención es conseguir más riqueza pero no es lo suficientemente listo para ganarla rápido legalmente. El malvado es predecible y por eso es posible defenderse de él. Pronosticar las acciones de un estúpido no es posible, por lo tanto atacará y herirá sin razón, sin un objetivo y sin un plan, en el lugar menos esperado a la hora menos apropiada. No es posible predecir cuando el estúpido dará su próximo golpe. Al confrontarse contra una persona así, el inteligente está casi a merced de la estupidez de su contendiente que actúa de forma errática y muy peligrosa.

El ataque de un estúpido casi siempre ocurre cuando tenemos baja la guardia.

Incluso cuando el ataque se vuelve evidente es muy difícil defenderse porque carece de estructura racional.

De esto hablaba Schiller cuando decía: “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano“.


CUARTA LEY DE LA ESTUPIDEZ. Los que no son tontos siempre subestiman el potencial destructivo de los que sí lo son.

En específico, los ”no-estúpidos" siempre olvidan que relacionarse con un estúpido en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia es un error que le saldrá caro en el futuro.

Los incautos (grupo IN) por lo general no son capaces de reconocer el peligro que representan los estúpidos (grupo E), lo que no es sorprendente. Lo que sí lo es es que los estúpidos también subestiman a los inteligentes y a los malvados. En presencia de un estúpido ellos se relajan y se ufanan de su superioridad intelectual en vez de reaccionar de inmediato y llevar al mínimo el daño que sin duda alguna causará el estúpido con alguno de sus actos.

El estereotipo generalizado es que el tonto sólo se hace daño a sí mismo. No, no hay que confundir a los estúpidos con los pobres incautos. Nunca se debe entablar ningún tipo de alianza con los estúpidos pensando que será posible usarlos para obtener un beneficio. De hacer eso será evidente que no se tiene claro el funcionamiento de la naturaleza del estúpido. En ese caso se le estaría dando la oportunidad de deambular alrededor y causar daño.


QUINTA LEY DE LA ESTUPIDEZ. La estupidez es el tipo de personalidad más peligroso que existe.

Por consiguiente:

Un estúpido es más peligroso que un malvado.

El resultado de las acciones de un malvado ideal es una simple transición de riquezas de una persona a otra, algo que a grandes rasgos le da igual a la sociedad. Si todos los miembros de esa comunidad fueran malvados ideales lo único que ocurriría es que todo empezaría a podrirse poco a poco pero no habría una catástrofe. Todo el sistema se basaría en la transición de riquezas a favor de quien tome acciones para lograrlo y tal como todos serían malvados ideales entonces la situación sería, en pocas palabras, estable. Es fácil ver un ejemplo de ello en cualquier país cuyos dirigentes sean corruptos y cuyos ciudadanos ignoren las normas constantemente.

Cuando los estúpidos entran a escena el cuadro cambia completamente. Ellos causan daño sin dejar ningún tipo de ganancia. La riqueza se destruye y la sociedad empobrece.

La historia confirma que sin importar el periodo un país progresa siempre y cuando haya personas suficientemente inteligentes en el poder que sepan mantener a los estúpidos activos al margen sin permitirles destruir lo que los inteligentes han logrado. En un país con economía en retroceso existe la misma cantidad de estúpidos pero la cúpula de la sociedad cuenta con más estúpidos y malvados, mientras que el resto de la sociedad está conformada por incautos. Tal configuración fortalece las consecuencias destructivas de los estúpidos y todo el país se va al diablo.

Publicado en GENIAL 
http://genial.guru/inspiracion-psicologia/las-5-leyes-de-la-estupidez-humana-9005/

jueves, 9 de julio de 2015

DIAGNÓSTICO DEL PAPA: LAS 13 ENFERMEDADES ORGANIZACIONALES





Discurso navideño del Papa Francisco I convertido en artículo con el nombre de LAS 15 ENFERMEDADES DE LA CURIA, el mismo que ha sido adaptado por Jorge Navarro Ibáñez con el nombre de ORGANIZACIONES ENFERMAS y que transcribimos aquí.


ORGANIZACIONES ENFERMAS
Por Pedro José Navarro Ibáñez.


En las pasadas navidades, Jorge Bergoglio (nombre del ahora Papa Francisco I) volvió a sorprendernos con una de las originales intervenciones a las que nos tiene gratamente acostumbrados desde el inicio de su pontificado.

En una audiencia con las personas que trabajan en el Vaticano no quiso dejar pasar la oportunidad de reflexionar acerca de las enfermedades de la Curia, que a efectos nuestros, de los comunes mortales que sobrevivimos a diario, podemos encontrar en cualquiera de nuestras organizaciones.

Sea una empresa privada, una Administración pública, un partido político, un sindicato, una asociación de madres y padres o un colectivo cualquiera, bien de carácter altruista o con intereses más egoístas.

Siempre he estado muy interesado en conocer los entresijos de las organizaciones donde he desarrollado mi vida profesional. Por ello, no puedo por menos que considerar que Francisco clavó el diagnóstico de esas enfermedades, no sólo restringidas a una empresa con tantos trienios como es la Iglesia católica -que también conozco, por haber desempeñado tareas en ella- sino a prácticamente a cualquier grupo humano con una mínima estructura organizativa.

El Papa argentino, por tanto, podría añadir a sus competencias espirituales las que poseen algunos de nuestros más avezados consultores de gestión pública o asesores de recursos humanos.


LAS ENFERMEDADES DIAGNOSTICADAS


1. La “patología del poder” o del complejo de los elegidos es la primera de ellas. La padecen aquellos que se consideran superiores a los demás y no al servicio de todos. Esto es tristemente una realidad, y además, dolorosa, cuando hablamos de organizaciones que, en teoría, están para resolver los problemas de la gente.

Sus dirigentes, sin embargo, se sienten por encima del bien y del mal. Aunque tiene remedio: que visiten los cementerios y comprueben cuántos se han sentido inmortales, inmunes e indispensables. Un baño de realidad.

 2. La segunda enfermedad es la del activismo desmedido, la excesiva laboriosidad de quienes se resisten a pasar tiempo con su pareja, con los hijos, y que no respetan ni las vacaciones para evitar el estrés y la agitación.

3. Le sigue la del endurecimiento mental y espiritual, que practican quienes tienen un corazón de piedra y se esconden tras los papeles y la gestión, pierden la sensibilidad humana, la capacidad de amar al prójimo, esto es, de tener presente al otro. En las Administraciones públicas es habitual encontrar a gestores que han perdido el norte de que todo su trabajo y actividad deben de estar al servicio de la ciudadanía.

4. La excesiva planificación y funcionalidad es la cuarta de las enfermedades, que sólo se puede combatir con frescura, fantasía y novedad. Es lo que llamamos “procesos de innovación” imprescindibles para renovar nuestras organizaciones.

5. Tratamiento que se puede aplicar también a la dolencia de la mala coordinación, la quinta, con un necesario espíritu de gestión de equipos para combatirla.

6. Bergoglio habla también del “Alzhéimer espiritual”, refiriéndose a quienes han perdido la memoria del encuentro con Jesucristo. En nuestra sociedad civil podríamos hablar del Alzhéimer ciudadano, o la pérdida del sentido de dónde alimentamos nuestras motivaciones para prestar un servicio a la ciudadanía. El abandono de los valores éticos, de las razones morales por las que hacemos las cosas.

7. Y la séptima enfermedad es la de la rivalidad y la vanagloria, practicada por quienes quieren estar en poder al precio que sea, y ese se convierte en el objetivo a conseguir. Las luchas internas e intestinas en el seno de las organizaciones es reflejo de lo que hablamos.

8. La octava de las enfermedades es la de la “esquizofrenia espiritual”, que en el mundo de las organizaciones civiles podríamos definirla como la de la doble vida de quienes defienden unos valores pero practican otros. O de quienes, por ejemplo, están empeñados en imponer políticas de sacrificios a los más débiles, mientras ellos disfrutan de los privilegios del sistema, y las justifican porque van a ser buenas para todos.

9. Le sigue otra enfermedad muy practicada en nuestros colectivos e instituciones: la afición a criticar y cotillear. Cuánto tiempo, energías y esfuerzos dedicamos a poner a parir al otro, sobre todo para esconder nuestra incapacidad de asumir responsabilidades y de coger el toro por los cuernos de las decisiones que tenemos que tomar.

10. Por no hablar de la décima enfermedad, que es la de divinizar a los jefes, un peloteo vital que los mediocres utilizan para garantizar su ascenso social, pensando sólo en lo que se puede obtener y no en lo que se debe ofrecer.

11. Y la enfermedad once es la indiferencia a los demás, que está unida a los celos, cuando sólo se piensa en uno mismo. Dolencia grave que marca la actitud en la que nos desenvolvemos a diario.

12. Una de las últimas enfermedades es de las más habituales que podemos encontrar en quienes dirigen nuestras organizaciones. Se trata de la cara fúnebre que hallamos como actitud vital de quienes tendrían que liderar los equipos, colectivos e instituciones desde la amabilidad, la serenidad y el entusiasmo. Y sobre todo, con humor y alegría. Cómo cambiaría el clima de trabajo con personas alegres y divertidas al frente de los departamentos de nuestras empresas y colectivos.

13. La acumulación de bienes materiales, esto es, ganar dinero al precio que sea, y el aprovechamiento mundano, de los exhibicionistas, los que trasforman su servicio en poder, y su poder en mercancía para obtener ganancias mundanas o más poder, cierran este particular elenco de patologías sociales a las que aún se pueden sumar algunas más.

Lo interesante es conocerlas para poder combatirlas. Y en eso, Bergoglio nos ha permitido ponerlas sobre la mesa sin temor. Como un coach podría hacerlo en un proceso de cambio.


Artículo publicado en “Pensamiento Imaginativo” con el título Diagnóstico de Jorge Bergoglio: Nuestras 13 enfermedades organizacionales.
Agradecimiento a Cristian Figueroa de Tejeredes.

martes, 7 de julio de 2015

VICTIMISMO CRÓNICO: Personas que funcionan en “modo queja”



 

Publicado por Paradigma Terrestre. Autoría atribuida a Jennifer Delgado


Todos, en algún que otro momento, hemos asumido el papel de víctimas. Sin embargo, hay personas que se convierten en víctimas permanentes, sufren lo que podríamos considerar como un “victimismo crónico”. Estas personas se disfrazan de falsas víctimas, ya sea de forma consciente o inconsciente, para simular una agresión inexistente y, de paso, culpar a los demás, liberándose de toda responsabilidad.

En realidad, el victimismo crónico no es una patología, pero podría desembocar en un trastorno paranoide, cuando la persona insiste en culpar continuamente a los demás de los males que padece. Además, esta forma de afrontar el mundo, de por sí, conduce a una visión pesimista de la realidad, que produce malestar, tanto en la persona que se queja como en quien recibe la culpa.

En muchos casos, la persona que abraza el victimismo crónico termina alimentando sentimientos muy negativos, como el resentimiento y la ira, que desembocan en un victimismo agresivo. Es el típico caso de quien no se limita a lamentarse sino que ataca y acusa a los demás, mostrándose intolerante y vulnerando continuamente sus derechos como personas.


Radiografía de una víctima crónica

– Deforman la realidad. Este tipo de personas creen firmemente que la culpa de lo que les sucede es de los demás, nunca es suya. En realidad, el problema es que tienen una visión deformada de la realidad, poseen un locus de control externo, y creen que tanto las cosas positivas como las negativas que ocurren en su vida no dependen directamente de su voluntad, sino de las circunstancias externas. Además, sobredimensionan los aspectos negativos, desarrollando un pesimismo exacerbado que les llevan a centrarse solo en las cosas negativas que les suceden, obviando las positivas.

– Hallan consuelo en el lamento. Estas personas creen que son víctimas de los demás y de las circunstancias, por lo que no se sienten culpable ni responsables de nada de lo que les sucede. Como resultado, lo único que les queda es lamentarse. De hecho, suelen encontrar placer en el acto de quejarse porque así asumen mejor su papel de “pobres víctimas” y logran llamar la atención de los demás. Estas personas no piden ayuda para solucionar sus problemas, solo se lamentan de sus desdichas en la búsqueda desenfrenada de compasión y protagonismo.

– Buscan culpables continuamente. Las personas que asumen el papel de víctimas eternas, desarrollan una actitud recelosa, suelen creer que los demás siempre actúan de mala fe, solo para ponerles la zancadilla. Por eso, suelen tener un afán casi morboso por descubrir agravios nimios, sentirse discriminados o maltratados, solo para reafirmar su papel de víctimas. Así, terminan desarrollando una hipersensibilidad y se convierten en especialistas en formar una tormenta en un vaso de agua.

– Son incapaces de realizar una autocrítica sincera. Estas personas están convencidas de que no tienen la culpa de nada, por lo que no hay nada que criticar en sus comportamientos. Como la responsabilidad es de los demás, no aceptan las críticas constructivas y, mucho menos, realizan un examen de conciencia a fondo que les lleve a cambiar su actitud. Para estas personas, los errores y defectos de los demás son intolerables, mientras que los propios son una simple sutileza. Después de todo, las víctimas son ellos.

¿Cuáles son sus estrategias?

Para que una persona pueda asumir el papel de víctima, tiene que haber un culpable. Por tanto, debe desarrollar una serie de estrategias que le permitan lograr que la otra persona asuma la culpabilidad en el asunto. Si no somos conscientes de estas estrategias, es probable que caigamos en sus redes y que incluso estemos dispuestos a cargar con toda la culpa sobre nuestras espaldas.

1. Retórica victimista

Básicamente, la retórica de esta persona se dirige a descalificar los argumentos de su adversario. Sin embargo, en realidad no refuta sus afirmaciones con otros argumentos que sean más válidos, sino que se encarga de que la otra persona asuma, sin darse cuenta, el papel de atacante.

¿Cómo lo hace? Simplemente asume el rol de víctima en la discusión, de forma que la otra persona quede como alguien autoritario, poco empático o hasta agresivo. Es lo que se conoce en el ámbito de la argumentación como “retórica centrista” ya que la persona se encarga de mostrar a su adversario como un extremista, en lugar de preocuparse por refutar sus afirmaciones. De esta manera, cualquier argumento que esgrima su adversario, será solo una demostración de su mala fe.

Por ejemplo, si una persona se atreve a contrastar una afirmación con un hecho irrefutable o con estadísticas provenientes de fuentes fiables, la víctima no le responderá con hechos sino que dirá algo así como: “Siempre me estás atacando, ahora dices que miento” o “Estás intentando imponer tu punto de vista, haz el favor de disculparte”.

2. Retirada victimista

En algunos casos, el discurso de la víctima está dirigido a eludir su responsabilidad y evitar tener que disculparse o reconocer su error. Por eso, intentará escabullirse de la situación. Para lograrlo, su estrategia consiste en desprestigiar el argumento del vencedor, pero sin llegar a reconocer que estaba equivocado.

¿Cómo lo hace? Una vez más, asume el rol de víctima, juega con los datos a su antojo y los manipula a su conveniencia con el objetivo de sembrar la confusión. Básicamente, esta persona proyectará sus errores en el otro.

Por ejemplo, si una persona le responde con un dato comprobado, que niega su afirmación anterior, la víctima no reconocerá su error. En todo caso, intentará hacer una retirada digna y dirá algo así como: “Ese hecho no niega lo que he dicho. Por favor, no cree más confusión y caos” o “Me está culpando de confundir a los demás, no tiene educación, es evidente que es inútil discutir con usted porque no atiende a razones”, cuando en realidad quien crea el desconcierto es él mismo.

3. Manipulación emocional

Una de las estrategias preferidas de las víctimas crónicas es la manipulación emocional. Cuando esta persona conoce bastante bien a su interlocutor, no dudará en jugar con sus emociones para poner el tablero a su favor y adoptar el rol de víctima. De hecho, estas personas son muy hábiles reconociendo emociones, por lo que utilizan cualquier resquicio de duda o culpa en su beneficio.

¿Cómo lo hacen? Descubren el punto débil de su adversario y explotan la empatía que este puede sentir. De esta forma, terminan envolviéndole en su tela de araña, para que esa persona adopte toda la responsabilidad y el papel de verdugo, mientras ellos se quedan cómodos en su rol de víctimas y pueden seguir lamentándose.

Por ejemplo, una madre que no quiere reconocer sus errores, puede poner la culpa en el hijo diciendo cosas del tipo: “Con todo lo que he hecho por ti, y así me pagas”. Sin embargo, este tipo de manipulación también es muy común en las relaciones de pareja, entre amigos e incluso en el ámbito laboral.

¿Cómo enfrentar a este tipo de personas?

El primer paso consiste en darse cuenta de que estamos ante una persona que asume el rol de víctima. Luego, se trata de resistir el embate y no dejar que nos enrede en su juego. Lo más sensato es decirle que no tenemos tiempo para escuchar sus lamentaciones, que si quiere ayuda o una solución, con gusto le ayudaremos, pero que no estamos dispuestos a perder tiempo y energía escuchando continuamente sus quejas.

Recuerda que lo más importante es que estas personas no te arruinen el día descargando en ti su dosis de negatividad y, sobre todo, que no te hagan sentir culpable. No olvides que solo te puede herir emocionalmente, aquel al que le des suficiente poder.


http://paradigmaterrestre.com/2015/06/28/victimismo-cronico-personas-que-funcionan-en-modo-queja/